EL ALMA DE VALLE-INCLÁN

Tengo la suerte de ser un admirador incondicional de mi paisano Rafael y de haber disfrutado de su ingenio, sus dotes interpretativas, su complicidad con el público, y sobre todo, de su profundo compromiso para dar a conocer a los autores clásicos, de la forma más asequible y entretenida a un público que, -de otra forma- difícilmente se acercaría a ellos por otra vía diferente. Algunas voces, quizá -sin quitarle ni un ápice de mérito- se quejan de que no les sorprende; “vista una obra, vistas todas”. En cambio, para mí, conociendo que partió del TEI, (Teatro Experimental Independiente) y que toda su formación ha ido encaminada a asimilar todo el teatro experimental de los años 70 y 80, y tener muy claro que el teatro es la vida misma, es el único actor -a mi modo de ver- que ha respetado como nadie la tradición del cómico, es decir; no cayó nunca en el endiosamiento del divo, (y no le faltan cualidades, conocimiento, ingenio y personalidad para haberlo sido, si ese hubiese sido su interés). Por esta razón, lo que hay que admirar en este magnífico y maravilloso ser, en este cómico único, es su habilidad e inteligencia para hacernos llegar el teatro como si fuese la propia vida. Ayer, sin ir más lejos, pudimos asistir, como ocurre en cada una de sus representaciones, a la más clara, comprensible y completa explicación de la obra de Ramón María del Valle Inclán, “Divinas palabras”. Los lectores de Valle Inclán pudimos apreciar la labor didáctica de “El brujo”, traduciendo al lenguaje coloquial e incluso vulgar, mediante sus explicaciones y gestos, el enrevesado y difícil texto del autor. ¿Quién puede enseñar mejor a los clásicos que…, -como él mismo dijera?- ¡“Yo, cojones”! Nuestro querido amigo “Rafaeeé”, en auténtico lucentino, poseedor de uno de los dones más hermosos que pueda tener el ser humano: la coherencia. Estudia a conciencia, comprende lo que estudia, se reviste de humildad y sencillez para conectar con el público más heterogéneo, y se compromete a ilustrarlo, sin ninguna pretensión personal, todo lo contrario, entregándose y poniéndose a la misma altura para traer a la propia vida, obras sesudas, complejas y maravillosas de nuestra literatura. ¿Hay quién dé más, por tan poco?. Siempre sorprende y muchísimo.

Y para quienes sólo quieran apreciar su gracia, ¿Hay cómico que sea más serio y divertido a la vez? La prueba está en que todos salimos ayer enamorados de él y descargados de toda tensión emocional por el ejercicio de la risa que nos provoca su habilidad interpretativa, ya que siempre relaciona los conflictos de la obra que expone, con situaciones reales de la vida actual, estableciendo un paralelismo entre lo creativo y lo real que trasciende el tiempo, porque la literatura nos habla de la condición humana. ¡Ingenio puro! ¡Gracias, Brujo!

F.C.G. 10/11/2023